“Porque lo que nos hace humanos es, posiblemente, pasear por ese estrecho camino de la incertidumbre, el conflicto y la duda permanente” Cristóbal Gómez Mayorga.

 

No hay nada como enfrentarse directamente a la tarea de educar para darnos cuenta de la cantidad de limitaciones que tenemos. Nos encontramos con comportamientos y reacciones que no entendemos, cuestiones que no sabemos responder y situaciones que difícilmente podemos gestionar de una forma serena y respetuosa. Y es que arrastramos con nosotros ideas y creencias que nos presionan y nos limitan. Tenemos interiorizados mensajes que hemos recibido desde nuestra infancia y que continuamos reproduciendo por pura inercia.

En algunos aspectos quizá tenemos las ideas muy claras pero las acciones del día a día las contradicen de pleno, en los pequeños gestos, en las reacciones más espontáneas.

Necesitamos desaprender para poder aprender lo que realmente queremos de manera libre. Todo un proceso de transformación personal.

 

Desaprender para reaprender…

 

• Que no hay verdades absolutas ni manuales que tengan las respuestas para todas nuestras preguntas. Educar supone admitir que hay muchas formas diferentes de entender el mundo y requiere aprender a vivir con la duda y la incertidumbre constante.

• Educar no es imponer nuestras ideas, nuestros tiempos y nuestra forma de hacer las cosas como adultos. Establezcamos relaciones más horizontales y democráticas. Aprendamos a convivir con las ideas, los tiempos y la forma de hacer de los niños y niñas.

• El juego no es algo que debamos utilizar como premio o castigo. El juego es una de las actividades fundamentales que construye a las personas. Promovamos una educación que deje jugar libres a los niños y niñas, es un derecho fundamental.

• El proceso de enseñanza-aprendizaje no es más efectivo si se lleva a cabo dentro de los muros de la clase, obedeciendo al adulto y estando en silencio. El movimiento, el contacto con la naturaleza y la expresión genuina de las emociones son necesidades vitales, nos aportan bienestar y contribuyen a nuestro desarrollo integral.

Los niños y niñas necesitan ser mirados de forma exclusiva. La necesidad de atención es especialmente propia de la infancia y deben sentir cubierta esta demanda antes de ser ellos los que aprendan a mirar a los demás.

• La voz alta, clara y con energía por favor. No se trata de enseñarles a comunicarse mejor, nacen sabiendo utilizar su voz con fuerza y convicción, no seamos los adultos los que se la apaguemos por miedo a escuchar lo que tienen que decir.

La diversidad es una fuente muy valiosa de aprendizaje y nos enseña a convivir en un mundo en el que cada vez más nos relacionamos con persona diferentes a nosotros. Pongamos nuestro foco en promover la diversidad social, cultural y económica y aprendamos los adultos a gestionarla adecuadamente antes de pedir a los niños que lo hagan.

• La educación no es sinónimo de esfuerzo y sacrificio. Incluyamos en la ecuación la alegría, la sonrisa y la esperanza. Eduquemos en positivo.

• Reeducarse y educar es apasionante pero agotador. Aprendamos a cuidarnos y a valorar los espacios y los tiempos de descanso absoluto. Relacionémonos con nosotros mismos y con los demás de una forma más serena y asertiva.

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Desaprender supone romper muchos esquemas que tenemos tan asumidos que ni siquiera nos replanteamos cuestionar, es un reto complejo pero que sin duda merece la pena. Piénsalo, cualquier día es bueno para empezar a educar de una forma más consciente, activa y respetuosa 😉

 

La inspiradora imagen de la portada, utilizada también en el cuerpo del artículo, es obra de la ilustradora mexicana Clara Luna. 

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